Cueva del Porquerizo
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A tan solo 300 metros del núcleo urbano y en lo alto de un cantil que se alza sobre el río Nansa, esta cavidad fue descubierta en los años 70 del siglo pasado por un particular, Manuel de Cos, y desde entonces ha sido reconocida como un santuario rupestre del periodo Solutrense.
Una surgencia fósil cargada de historia
La entrada a la cueva se encuentra en un escarpe rocoso de acceso algo complicado, al pie de una ladera empinada.
Desde el casco urbano de Celis, parte un sendero que desciende hasta el cauce del Nansa. Allí, en un punto elevado, se abre la cavidad: una surgencia fósil sin fenómenos litogenéticos, que alberga restos y arte de gran valor histórico.
La cueva tiene unos 3 metros de ancho y da acceso a una galería de unos 20 metros de longitud, que se bifurca en dos.
La galería principal, a la derecha, está colmatada por una terraza fósil, mientras que la de la izquierda continúa brevemente.
Los primeros metros del vestíbulo han sido alterados por excavaciones clandestinas, pero aún conservan un depósito de unos 30 centímetros de sedimentos del Paleolítico Superior.
Arte simbólico en un entorno salvaje
El arte rupestre de El Porquerizo es modesto en cantidad, pero significativo en contenido.
En una pequeña oquedad del vestíbulo, a plena luz del día, se observa un grupo de puntos rojos dispuestos en doble hilera: diez en la parte superior y nueve en la inferior.
Esta disposición se ha relacionado estilísticamente con cuevas como Chufín o Micolón, y se adscribe al Estilo III de Leroi-Gourhan, propio del Solutrense (entre 20.000 y 17.000 años antes del presente).
En la misma zona, se han identificado grabados incisos profundos —aunque no figurativos— y un gran panel de líneas fusiformes gruesas, situado en la pared derecha, a unos tres metros de altura.
Estas líneas, orientadas en diversas direcciones, podrían representar una forma primitiva de expresión simbólica o ritual.
Restos arqueológicos que narran miles de años
La cavidad también ha ofrecido numerosos materiales arqueológicos en superficie y en sus estratos más superficiales: herramientas talladas en cuarcita, sílex y cristal de roca, restos faunísticos, y fragmentos de cerámica realizada a torneta.
Entre ellos se han documentado un raspador de sílex y al menos dos fragmentos de cerámica lisa de época medieval.
Esto sugiere que, aunque la cavidad fue utilizada en época paleolítica como santuario o espacio simbólico, también fue ocupada puntualmente durante la Edad Media, aunque sin un uso habitacional claro.