Cueva de Cobrante
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Situada en una ladera del monte, justo al sur del barrio de Caburrao, llegar a ella requiere esfuerzo: hay que seguir un sendero algo complicado que asciende entre la vegetación.
Sin embargo, al alcanzar la entrada, se revela una de las cavidades más amplias y sorprendentes de toda Cantabria.
Décadas más tarde, en 1966, el Seminario Sautuola reconoció las manifestaciones artísticas presentes en su interior, y en 1968 fueron publicadas por el arqueólogo M. A. García Guinea.
Desde entonces, la cueva se ha convertido en un importante referente del arte rupestre paleolítico en la región.
Un espacio habitado a lo largo de milenios
El enorme vestíbulo de la Cueva de Cobrante conserva una completa secuencia arqueológica que abarca todo el Paleolítico Superior, e incluso contiene indicios del Epipaleolítico, como un gran conchero asociado a niveles de ocupación posteriores.
En las zonas más profundas se han encontrado restos materiales que van desde la Prehistoria Reciente hasta épocas indígenas romanizadas, lo que habla de un uso continuado a lo largo de milenios.
Además de su valor como yacimiento, esta cueva destaca por su potencia visual.
Posee más de 500 metros de desarrollo, una gran boca de entrada que da paso a un vestíbulo monumental y, en su interior, se despliega una rica variedad de coladas y columnas naturales que parecen formar parte de una catedral de piedra.
Un museo de grabados en plena roca
La Cueva de Cobrante es también un museo natural del arte paleolítico.
Conserva dos paneles principales de grabados incisos que muestran escenas y figuras profundamente evocadoras.
En el primer panel se aprecia una cierva de gran tamaño y lo que parece ser la cabeza de otra, ambas ejecutadas con trazo continuo, seguro y elegante.
El segundo panel es aún más complejo y sorprendente. Aquí se distinguen dos figuras antropomorfas, los cuartos traseros de un caballo, una figura incompleta de ciervo, la cabeza y el cuello de una cierva con un relleno estriado muy característico, una cabra y varias líneas abstractas o simbólicas.
Este conjunto se enmarca dentro del estilo IV de Leroi-Gourhan, propio del Magdaleniense, y destaca especialmente la figura estriada de la cierva, que tiene paralelismos con piezas del arte mueble magdaleniense encontradas en otros puntos de Europa.
Un legado que aún guarda secretos
Lo más cautivador de la Cueva de Cobrante es su capacidad para conectar al visitante con formas de expresión de hace más de 12.000 años. Cada figura, cada trazo, cada objeto hallado en su interior, forma parte de una historia mucho más grande que aún se está escribiendo. Aunque no es una cueva de acceso turístico generalizado, su importancia la coloca entre los yacimientos clave del norte de España.
No se trata solo de un refugio prehistórico, sino de un espacio simbólico que, con cada hallazgo, sigue revelando fragmentos del pensamiento, la vida y la espiritualidad de quienes lo habitaron.