Faro del Caballo
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Faro del Caballo: escaleras, acantilados y aguas turquesa en el corazón de Santoña
El Faro del Caballo es uno de los lugares más espectaculares de toda Cantabria, y no solo por su historia, sino por el imponente entorno natural que lo rodea.
Ubicado en la cara oriental del Monte Buciero, en el municipio de Santoña, este faro sin servicio desde 1993 se ha ganado a pulso el título de uno de los más bonitos de España.
Su imagen recortada contra las aguas turquesa del Cantábrico y la escalinata que lo conecta con la cima hacen de la visita una experiencia que se graba en la memoria.
La construcción del faro se remonta al siglo XIX, concretamente a 1863, y durante más de 130 años sirvió de guía a los barcos que navegaban por esta parte del litoral.
Aunque ya no está operativo, su estructura permanece en pie y forma parte del paisaje protegido del Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel.
Lo que realmente distingue al Faro del Caballo de cualquier otro es su acceso. Para llegar a él hay que caminar por la llamada Senda del Faro del Caballo, una ruta de montaña con tramos escarpados y vistas alucinantes.
Y después, la parte más emblemática: un descenso de más de 700 escalones que conducen hasta el propio faro, tallados en la roca y con vistas vertiginosas al mar.
Acceso y visita
La ruta comienza en el paseo marítimo de Santoña, junto al fuerte de San Martín. A partir de ahí se asciende por senderos bien marcados que rodean el Monte Buciero.
El recorrido hasta el faro es de aproximadamente 5 km (ida y vuelta) y de dificultad media-alta, especialmente por el exigente tramo final de escaleras.
El faro en sí no se puede visitar por dentro, pero su base es una amplia plataforma construida sobre la roca, desde la que se pueden disfrutar unas vistas impresionantes del mar Cantábrico.
En los meses de verano, es común ver a visitantes lanzarse al agua o descansar junto al acantilado.
Recomendaciones para el visitante
- Llevar calzado de montaña o deportivo con buen agarre.
- Evitar el descenso si se padece vértigo o problemas de movilidad.
- Llevar agua y protección solar, especialmente en los meses calurosos.
- No hacer la ruta con lluvia o condiciones adversas; las escaleras pueden ser peligrosas si están mojadas.
- Planificar la visita con tiempo, ya que la subida de regreso exige buen estado físico.
El Faro del Caballo no es una visita cualquiera. Es una aventura. Un lugar al que se llega con esfuerzo, pero cuya recompensa es difícil de igualar.
El color del agua, la sensación de aislamiento, el silencio interrumpido solo por el mar… todo invita a quedarse un poco más de lo previsto.
Para quienes buscan experiencias diferentes, este es, sin duda, uno de esos rincones que no se olvidan.