Ermita rupestre de San Acisclo
Ermita rupestre de San Acisclo: espiritualidad excavada en la roca
Un templo primitivo que sobrevive entre piedra, silencio y sepulturas. Escondida en la roca y modelada directamente por la mano humana sobre el terreno, la ermita rupestre de San Acisclo es una de las manifestaciones más puras de arquitectura religiosa primitiva.
Su planta, aunque irregular, tiende a un esquema cuadrangular adaptado al espacio natural disponible. Desde su acceso hasta sus elementos litúrgicos, todo en este templo habla de funcionalidad y recogimiento, en una fusión total entre construcción y paisaje.
La entrada se realiza por una puerta que conduce a un pasillo en forma de túnel, el cual desemboca en la primera planta.
Este nivel inferior tiene un pilar cuadrado central, del que parten cuatro arcos que sostienen el techo.
El ábside, con planta de herradura y cubierto por bóveda de horno, está precedido por un arco triunfal también de herradura, claro vestigio de su origen altomedieval.
Un banco corrido adosado recorre todo el perímetro de esta planta baja, invitando al recogimiento colectivo en un entorno austero y profundamente simbólico.
Un segundo piso suspendido en la historia
Desde el testero sur, una escalera conduce al segundo nivel, que hoy se conserva parcialmente. Allí se encontraba un sistema de tribunas abiertas al exterior, visibles en el muro sur.
En el ángulo noroeste, una pequeña cámara suspendida parece haber tenido un uso específico, aunque hoy solo quedan fragmentos de su función original.
El suelo de este piso superior era de madera, pero actualmente sólo se conservan las oquedades donde se insertaban las vigas.
Una única ventana, abierta en este nivel, permanece casi cegada por un muro moderno de mampostería, dejando entrever apenas la intención original de iluminación natural.
Huellas externas y memoria funeraria
En el exterior de la ermita pueden observarse rastros de una antigua estructura de madera —posiblemente un porche o acceso cubierto— que hoy ha desaparecido.
También se conservan varias sepulturas excavadas directamente en la roca, testimonio del uso funerario del lugar y de su carácter sagrado desde hace siglos.
Esta ermita, tallada con esfuerzo y devoción, no necesita ornamentación: su fuerza radica en su integración con la tierra, en su silencio pétreo, y en su capacidad de evocación espiritual.