Centro de Visitantes del Monte Hijedo
Índice Centro de Visitantes del Monte Hijedo
El bosque que lo sostiene todo
Un viaje al corazón verde de Cantabria
El Centro de Visitantes del Monte Hijedo, en Riopanero, no es un lugar más en el mapa. Es una puerta a un mundo que sigue latiendo como hace siglos, donde los bosques no son solo un paisaje bonito, sino sistemas vivos de los que dependemos mucho más de lo que solemos pensar.
Este centro se ha levantado sobre los restos de un edificio de origen medieval, una casa-torre con sus patios, cuadras y graneros, ahora convertida en un espacio que respira historia y naturaleza a partes iguales.
El protagonista aquí es el bosque, especialmente el robledal del Monte Hijedo, uno de los más extensos del norte peninsular. Pero también hay lugar para encinares, hayedos, abedulares y alcornocales.
El recorrido está pensado para ir poco a poco entendiendo cómo los árboles, la fauna, el paisaje y los seres humanos han convivido, se han utilizado mutuamente y, en muchos casos, se han transformado. Es una historia silenciosa, pero muy poderosa.
Entender el bosque es también cuidarlo
Desde que entras, el centro propone una forma de mirar distinta: la de quienes han vivido siempre en contacto con el monte.
En cada sala, una temática: el roble, los árboles de Cantabria, los paisajes forestales, el uso que las personas han hecho del bosque, los pobladores, la gestión… todo se entrelaza con ejemplos claros, audiovisuales y objetos reales.
Lo mejor es que la exposición está diseñada para que puedas interactuar, tocar, probar, comparar.
Un detalle que llama mucho la atención es la gran ilustración de un árbol que cruza las tres plantas del centro. En la base están las raíces, en la planta intermedia las ramas más bajas, y arriba del todo, las altas.
Cada sección muestra lo que ocurre en esas partes del bosque. Esta estructura es más que un recurso visual: es una forma de entrar literalmente en el corazón del bosque y entender cómo todo está conectado.
El legado que crece en silencio
Bosques que alimentan, calientan y protegen
La relación entre las personas y el bosque ha cambiado mucho con el tiempo. Durante siglos, la madera fue la base de casi todo: alimentaba a las ferrerías, daba abrigo en las casas, servía para hacer herramientas, muebles y utensilios.
Bajo su sombra se criaban las colmenas, los animales pastaban en los claros, y las plantas aromáticas se recogían como parte del saber popular. Esa forma de vida, sencilla y sabia, se recoge en cada rincón del centro.
Aquí no hay moralinas ni discursos grandilocuentes. Solo una invitación a mirar el bosque con otros ojos. A entender que no se trata de un paisaje de fondo para nuestras excursiones, sino de un ecosistema complejo, delicado, imprescindible.
De ahí que la gestión forestal no sea un concepto frío o técnico: es una tarea que nos implica a todos, porque de su equilibrio depende buena parte del futuro del planeta.
Una vista que se queda grabada
En la planta más alta, el centro guarda una sorpresa: un mirador que permite contemplar el entorno con telescopios. Desde allí se puede sobrevolar visualmente el bosque, interpretar el paisaje, descubrir detalles que a simple vista pasarían desapercibidos.
Es una forma perfecta de cerrar la visita: viendo lo que antes solo intuíamos, entendiendo el valor de lo que está vivo justo debajo de nuestros pies.
Y es que el Monte Hijedo no se explica solo con datos. Hay que sentirlo. Y eso es justo lo que propone este lugar: una experiencia que mezcla la ciencia con la emoción, lo didáctico con lo sensorial.
Saldrás sabiendo más sobre bosques, pero sobre todo saldrás queriendo cuidarlos.
El bosque que lo sostiene todo
Un viaje al corazón verde de Cantabria
El Centro de Visitantes del Monte Hijedo, en Riopanero, no es un lugar más en el mapa. Es una puerta a un mundo que sigue latiendo como hace siglos, donde los bosques no son solo un paisaje bonito, sino sistemas vivos de los que dependemos mucho más de lo que solemos pensar.
Este centro se ha levantado sobre los restos de un edificio de origen medieval, una casa-torre con sus patios, cuadras y graneros, ahora convertida en un espacio que respira historia y naturaleza a partes iguales.
El protagonista aquí es el bosque, especialmente el robledal del Monte Hijedo, uno de los más extensos del norte peninsular. Pero también hay lugar para encinares, hayedos, abedulares y alcornocales.
El recorrido está pensado para ir poco a poco entendiendo cómo los árboles, la fauna, el paisaje y los seres humanos han convivido, se han utilizado mutuamente y, en muchos casos, se han transformado. Es una historia silenciosa, pero muy poderosa.
Entender el bosque es también cuidarlo
Desde que entras, el centro propone una forma de mirar distinta: la de quienes han vivido siempre en contacto con el monte.
En cada sala, una temática: el roble, los árboles de Cantabria, los paisajes forestales, el uso que las personas han hecho del bosque, los pobladores, la gestión… todo se entrelaza con ejemplos claros, audiovisuales y objetos reales.
Lo mejor es que la exposición está diseñada para que puedas interactuar, tocar, probar, comparar.
Un detalle que llama mucho la atención es la gran ilustración de un árbol que cruza las tres plantas del centro. En la base están las raíces, en la planta intermedia las ramas más bajas, y arriba del todo, las altas.
Cada sección muestra lo que ocurre en esas partes del bosque. Esta estructura es más que un recurso visual: es una forma de entrar literalmente en el corazón del bosque y entender cómo todo está conectado.