Ermita Virgen del Mar
Ermita de la Virgen del Mar: devoción insular y resistencia frente al Cantábrico
Un santuario entre olas que guarda la imagen más antigua de Santander. Enclavada en la pequeña isla que lleva su nombre, frente a las costas de San Román de la Llanilla, se alza la Ermita de la Virgen del Mar, patrona de Santander.
Este templo, azotado históricamente por la fuerza del mar, ha sido reconstruido en varias ocasiones, conservando, sin embargo, su esencia devocional intacta.
La ermita actual data de finales del siglo XVII, aunque ya existía una primitiva capilla en 1400, y se tiene constancia de la presencia de la imagen mariana desde al menos 1315.
La construcción es sencilla: una nave única dividida en tres tramos cubiertos por bóvedas, que desemboca en una cabecera con forma de medio hexágono irregular.
A esta estructura se añadió, en 1696, un segundo cuerpo, y en 1712 se contrató la realización del retablo mayor, con participación de maestros como Juan de Herrera Coterillo, Juan de la Puente Agüero y fray Pedro Martínez de Cardeña.
Un templo forjado en la fe y la reconstrucción
La ermita ha tenido que ser levantada más de una vez tras los embates del mar. Su situación en la isla, abierta al horizonte del Cantábrico, la hace especialmente vulnerable, pero también la dota de un carácter casi sagrado por su aislamiento y resistencia.
Cada reconstrucción ha sido un acto de fidelidad al lugar y a la figura que lo habita: la Virgen del Mar.
Acceder a la capilla, cruzando el umbral de la nave, es adentrarse en un espacio recogido, donde lo esencial prevalece. Aquí, la piedra, el retablo barroco y el silencio se funden en una atmósfera que invita a la contemplación.
La Virgen del Mar: imagen gótica de tradición románica
La joya espiritual del santuario es su imagen titular: una talla gótica del siglo XIII o XIV, que mantiene la iconografía tradicional del románico.
Tallada en madera de una sola pieza, la figura presenta a la Virgen sentada en un trono bajo, con el Niño en el centro de sus rodillas. Mide 55 centímetros y conserva una serenidad hierática que conmueve por su contención.
El rostro redondeado, enmarcado por dos guedejas onduladas de cabello negro, transmite calma. El Niño, proporcionado y digno, sostiene una esfera en su mano izquierda —símbolo del mundo— mientras con la derecha bendice.
La base del trono, añadida posteriormente, no altera la armonía general de la escultura, que sigue siendo el núcleo devocional del templo.
Devoción marina en la frontera de tierra y cielo
La Ermita de la Virgen del Mar no es solo un edificio religioso: es un lugar de tránsito entre el mar y la fe, entre la historia y la permanencia. A pesar de su vulnerabilidad física, ha resistido con firmeza, igual que la imagen que protege.
Patrona de una ciudad abierta al océano, esta Virgen no vigila desde la altura, sino desde el nivel del agua, cercana a quienes parten, rezan, regresan o recuerdan. Es un símbolo que ha atravesado siglos y tempestades sin perder su lugar.