Cueva de El Salitre
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A los pies de un cantil calcáreo que domina el barrio de Ajanedo, esta cavidad guarda un tesoro milenario de pinturas, grabados y restos arqueológicos que permiten imaginar cómo era la vida de los primeros habitantes del norte peninsular.
Décadas más tarde fue excavada por J. Carballo, y la última intervención relevante corrió a cargo de F. Bernaldo de Quirós y V. Cabrera Valdés, quienes realizaron un estudio detallado de sus expresiones rupestres.
Un espacio habitado durante miles de años
El vestíbulo de la Cueva de El Salitre conserva restos que abarcan todo el Paleolítico Superior, con capas correspondientes al Auriñaciense, Solutrense, Magdaleniense y Aziliense.
A este conjunto se suman evidencias de la Prehistoria Reciente, lo que confirma una ocupación prolongada y diversa a lo largo del tiempo.
Además, se han encontrado restos paleontológicos de oso, incluido un cráneo, lo que añade otro nivel de interés al yacimiento.
La cavidad, de boca amplia y desarrollo de unos 150 metros, ofrece un recorrido fascinante.
Tras acceder por una rampa entre árboles autóctonos, se llega a un vestíbulo llano, con un gran caos de bloques en el fondo.
Desde ahí parte una galería recta y ancha que conduce a una salita colmatada por arcillas, lugar donde también se conservan algunas de las representaciones más llamativas.
Colores, formas y símbolos de hace 18.000 años
El arte rupestre de la Cueva de El Salitre es una muestra clara del pensamiento simbólico y estético de las culturas paleolíticas.
Las pinturas se sitúan en varias zonas de la galería, sobre todo en la pared izquierda, donde se localiza un panel central con figuras en rojo: un ciervo tamponado, un prótomo de cabra, una posible cornamenta, y otras imágenes más simples pero igual de evocadoras.
A poca distancia aparece una gran cierva roja, fácilmente reconocible por sus orejas en forma de “V”, junto a otra figura bastante borrada.
Después, se abre paso un panel de macarroni, un tipo de arte abstracto trazado con los dedos sobre arcilla fresca, muy característico de estas cuevas.
En el fondo de la cavidad hay otro panel con figuras en negro, mucho más esquemáticas: un uro, un caballo y lo que parece ser la cabeza de una cabra.
Estas representaciones se encuadran dentro del Estilo III de Leroi-Gourhan, propio del Solutrense, y reflejan una sensibilidad plástica en plena evolución.
Naturaleza, arte y misterio en un mismo lugar
Lo especial de la Cueva de El Salitre no es solo su arte. Es también el contexto.
La entrada rodeada de árboles, el esfuerzo físico que exige la subida, el farallón imponente que la protege y el silencio del entorno contribuyen a generar una experiencia única.
Estar dentro de esta cueva no es simplemente observar grabados, sino sentir el eco de otras épocas, cuando estos lugares eran refugio, hogar y templo al mismo tiempo.
Cada pintura, cada capa arqueológica, cada fragmento de hueso o piedra ayuda a reconstruir cómo pensaban, cazaban, y soñaban aquellos primeros pobladores.
Y eso convierte a este lugar en mucho más que una cueva: es una puerta al alma del Paleolítico.