Cueva del Ruso
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Lo que parece hoy una pequeña cavidad en un entorno alterado por la actividad minera, fue hace miles de años un puesto estratégico de caza, una auténtica atalaya de observación para los cazadores del Paleolítico Superior.
Un lugar salvado a tiempo del olvido
Descubierta a mediados del siglo XX, esta cavidad ha sido testigo de varias intervenciones arqueológicas, siendo la más importante la excavación de urgencia dirigida por Emilio Muñoz Fernández en los años 80, tras verse amenazada por la expansión de una cantera de áridos.
La actividad extractiva llegó a dañar el vestíbulo y parte del interior de la cueva, lo que finalmente obligó a paralizar los trabajos mineros y proteger el sitio bajo la figura de Bien de Interés Cultural (BIC).
Fue durante estas excavaciones cuando se reveló el potencial arqueológico de la cavidad.
Se identificaron cinco grandes niveles paleolíticos, algunos de los cuales ofrecieron fechas y materiales extraordinarios.
Una línea del tiempo tallada en piedra
Los hallazgos realizados en la Cueva del Ruso nos permiten reconstruir con detalle las distintas fases de ocupación:
- Nivel V: Presencia de industria musteriense, vinculada al Paleolítico Medio.
- Nivel IV: Industria lítica del Solutrense Superior, con materiales datados en torno a 27.620 años antes del presente. También se encontraron restos atribuibles al Auriñaciense evolucionado.
- Nivel III: Fase claramente Solutrense, con datación de 16.120 años antes del presente.
- Nivel II: Contenía una costra calcítica con un antiguo hogar y escasa industria, posiblemente mesolítica.
- Nivel I: Se halló un depósito sepulcral de la Edad del Bronce Antiguo, junto con cerámicas medievales en el vestíbulo.
Además, se documentaron restos de la Prehistoria Reciente, entre ellos fragmentos de cerámica campaniforme, así como enterramientos humanos en una galería lateral.
Un punto estratégico para la caza en el Paleolítico
La localización de la cueva no es casual. Su ubicación en un paso natural entre relieves calizos la convertía en un lugar ideal para vigilar movimientos de fauna.
Durante el Solutrense, estos espacios se transformaron en auténticos cazaderos especializados, donde se desarrollaron técnicas avanzadas de caza, como el uso de puntas de sílex enmangadas.
Entre los materiales recuperados destacan dos puntas líticas de tamaño medio con fracturas en su parte mesial, probablemente producidas al impactar con el hueso de sus presas.
Una de ellas muestra una base cóncava, un rasgo extremadamente raro en la región cantábrica.
Un complejo arqueológico más allá de una sola cueva
Junto a la cavidad principal, también se han identificado otros elementos arqueológicos relevantes:
- Cueva del Ruso III: Un pequeño abrigo cercano donde, en un sondeo realizado en 1984, se hallaron conchas marinas asociadas a ocupación mesolítica.
- Surgencia fósil próxima a la entrada principal, que podría haber tenido un papel importante en la elección del lugar como asentamiento.
Todo este conjunto forma un paisaje cultural y arqueológico de enorme interés, aunque actualmente poco conocido por el público general.
Un tesoro prehistórico que necesita atención
Pese a la importancia de los hallazgos, la Cueva del Ruso permanece fuera del circuito patrimonial de Cantabria. Su entorno, aunque protegido legalmente, ha sufrido deterioro debido a la actividad industrial cercana y a la falta de visibilidad pública.
Este lugar es mucho más que un simple abrigo en la roca: es un testimonio único del modo de vida de los primeros Homo sapiens en la región, una cápsula del tiempo que conecta directamente con sus prácticas de caza, rituales y enterramientos.
Un legado que, sin una adecuada conservación, podría perderse para siempre.