Iglesia de Santa Juliana
Iglesia de Santa Juliana: románico tardío entre montañas y demonios vencidos
Un templo rural donde la piedra narra fe, mitos y transiciones de estilo. A la entrada del pequeño pueblo de Lafuente, en plena carretera que une Puentenansa con La Hermida, se alza la iglesia de Santa Juliana.
Es un templo modesto en tamaño, pero rico en detalles que revelan el pulso de un arte en transformación. Construida entre finales del siglo XII y comienzos del XIII, esta iglesia románica de una sola nave encarna los últimos ecos del estilo medieval, mientras anticipa tímidamente la verticalidad del gótico.
Su fachada occidental, adelantada respecto al hastial, recibe al visitante con una portada abrigada por un tejadillo.
El acceso se articula en un arco ligeramente apuntado, coronado por un guardapolvos sencillo y cinco arquivoltas prismáticas que descansan sobre columnas de capiteles decorados con motivos geométricos e iconográficos.
En el costado sur, una puerta más austera —también apuntada— se abre con un único arco apoyado en capiteles rústicos, como si la piedra misma conservara su crudeza original.
Ábside de columnas dobles y testigos de otro tiempo
El ábside semicircular conserva buena parte de su estructura primitiva. Desde el exterior, dos pares de columnas, dispuestas sobre pequeños contrafuertes escalonados, dividen su superficie.
A la altura de las bases, una imposta decorada con el clásico motivo de billetes recorre el muro como un hilo simbólico.
En lo alto, la cornisa se apoya sobre canecillos sencillos, mientras los capiteles dobles en el remate de las columnas, aunque toscos, completan una escena de sobria elegancia.
La nave central mantiene una techumbre de madera reconstruida, fiel al trazado original, que acentúa la desnudez y recogimiento del espacio interior. La sensación general es la de un lugar concebido para lo esencial, donde cada elemento tiene una función simbólica, más allá de su estética.
Un arco triunfal que cuenta leyendas
El corazón simbólico de la iglesia está en su arco triunfal de medio punto, sostenido por cimacios decorados con motivos vegetales.
Pero es en sus capiteles donde la escultura alcanza un momento narrativo: el izquierdo presenta escenas reconocibles —la Adoración de los Magos y una representación de Santa Juliana atrapando al demonio con un lazo—, una imagen poderosa que mezcla devoción con relato legendario.
El capitel derecho, de talla más tosca, ofrece escenas más enigmáticas, quizá otros pasajes de la vida de la santa, aún envueltos en el misterio de su interpretación.
Este tipo de escultura narrativa, imperfecta pero expresiva, es característica del románico rural tardío, donde la transmisión oral de la fe se complementaba con el poder visual de la piedra.
Románico en retirada, con ecos del futuro
La iglesia de Santa Juliana resume con claridad una época de transición. Sus arcos apuntados y la disposición de elementos como las columnas dobles del ábside señalan la llegada de nuevas corrientes formales, mientras el cuerpo del templo se mantiene fiel a la solidez y horizontalidad del románico.
En este templo rural de Lamasón, lo popular y lo litúrgico se entrelazan. La figura de Santa Juliana, firme ante el mal, es un símbolo de lucha espiritual, esculpido en un lugar donde la fe aún se respira en el silencio del entorno.