Pirámide de los Italianos
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La Pirámide de los Italianos: uno de los secretos mejor guardados de Cantabria
Hay sitios que, aunque no salgan en postales ni en rankings turísticos, se quedan contigo para siempre. Y no porque sean bonitos en el sentido clásico, sino porque te remueven algo por dentro. Uno de esos lugares está en lo alto del puerto de Escudo, en Cantabria, y se llama la Pirámide de los Italianos. Así, sin más. Un nombre que suena raro cuando lo escuchas por primera vez, pero que te invita a saber más desde el primer momento.
Lo curioso es que, si no sabes que está allí, ni te enteras. No hay grandes señales, ni folleto en la oficina de turismo que lo anuncie como visita imprescindible. Es uno de esos sitios a los que llegas por casualidad, o porque alguien te lo mencionó bajando la voz, como quien comparte un secreto.
Te vas metiendo por una pista forestal, con árboles que lo tapan todo, y de pronto aparece: una estructura de piedra en forma de pirámide, solitaria, medio vencida por los años, y con un aire fantasmal que impone aunque brille el sol.
Cuando te paras frente a ella, la primera pregunta que te viene a la cabeza es qué pinta una pirámide ahí, en medio de la montaña. Y es justo eso lo que la hace especial. No es una pirámide cualquiera ni fue levantada para embellecer el paisaje.
Es un monumento construido durante la Guerra Civil Española por el régimen fascista italiano, en homenaje a los soldados que murieron allí luchando del lado de Franco. Sí, soldados italianos, enviados por Mussolini para apoyar el golpe.
Lo más impactante no es la arquitectura ni el paisaje que la rodea —que ya de por sí son potentes—, sino la historia que lleva dentro. Una historia que no se cuenta en voz alta, que incomoda, que muchos prefieren olvidar. Y sin embargo, sigue ahí, recordando que esa montaña no fue siempre solo bosque y viento. Hubo trincheras, bombardeos, soldados extranjeros y una batalla brutal por el control del norte.
La presencia italiana en Cantabria no fue anecdótica. No vinieron unos pocos. Fue una intervención directa del fascismo europeo en un conflicto que no era solo nuestro.
Decenas de hombres jóvenes, la mayoría ni siquiera hablaban español, fueron enviados a combatir como parte del llamado Cuerpo de Tropas Voluntarias. Algunos murieron en la zona y sus cuerpos fueron enterrados allí, bajo esa pirámide que servía de mausoleo.
Porque sí, eso también fue: un mausoleo, con cripta, escudos y simbología fascista que con los años fue quedando borrada por el musgo y la lluvia.
Y aunque todo eso suene oscuro, hay algo fascinante en estar allí. No porque celebres lo que representa, sino porque te hace pensar. Te hace mirar el paisaje de otra forma. No es solo monte, no es solo naturaleza.
Es historia viva, incómoda, silenciosa, pero necesaria. Es como si las piedras hablaran, bajito, pero con una fuerza brutal.
Así que si algún día tienes la oportunidad de subir hasta allí, hazlo. No es una excursión cualquiera. No es una foto para Instagram. Es un sitio que se te mete dentro, que te hace preguntas aunque no las sepas responder, y que te acompaña de vuelta en el coche, mientras bajas en silencio, mirando por el retrovisor.