Iglesia de San Facundo y San Primitivo

Iglesia de San Facundo y San Primitivo: piedra que habla desde el corazón de Silió

Un templo románico que conserva el alma de su tiempo. En pleno centro del pueblo cántabro de Silió, rodeada de la serenidad del valle del Besaya, se alza la iglesia de San Facundo y San Primitivo.

Su presencia es discreta pero firme, como si el paso de los siglos no hubiera hecho más que acentuar su dignidad silenciosa.

Esta iglesia románica, datada en la primera mitad del siglo XII, ha sabido mantenerse en pie sin renunciar a sus raíces, guardando en sus muros la esencia de una época de profundas transformaciones espirituales.

La entrada principal se sitúa en el costado sur, ligeramente adelantada respecto al muro, bajo un tejadillo sencillo.

La puerta de arco de medio punto se adorna con arquivoltas sobrias que realzan su forma, y una cornisa sostenida por canecillos corona el conjunto.

En el hastial oeste, una segunda puerta, más modesta, se abre también con arco de medio punto hacia el exterior y apuntado hacia el interior, como si dialogara entre dos tiempos arquitectónicos.

Un exterior que revela su orden simbólico

La parte posterior del templo, donde se sitúa el ábside semicircular, muestra un cuidado lenguaje arquitectónico que combina sobriedad y expresión.

Tres ventanas verticales, con arquivoltas molduradas y columnillas rematadas en capiteles esculpidos, marcan el ritmo del muro curvo.

Cada elemento tiene su sitio: las columnas se alzan sobre contrafuertes, y las impostas recorren el ábside como líneas que dividen horizontalmente el espacio, marcando la transición entre la base, los capiteles y el arranque de los arcos.

Como una firma posterior, la sacristía barroca se adosa al conjunto sin desentonar del todo, recordando la vida continua del edificio a lo largo de los siglos.

Aunque las ventanas de la nave, la espadaña y la cubierta son de factura más moderna, no llegan a romper la armonía general, que sigue siendo la de un templo con voz propia.

La cornisa, apoyada en canecillos tallados con motivos variados, añade un toque de expresividad que conecta el muro con la mirada del observador atento.

Un interior donde la escultura acompaña al rito

Al cruzar el umbral imaginario que separa lo exterior de lo sagrado, el interior revela una riqueza escultórica inesperada.

La iglesia, de nave única, conduce la vista hacia el arco triunfal de medio punto, cuyos capiteles figurados parecen narrar fragmentos de un relato espiritual ya perdido.

El ábside, dividido en tres cuerpos por finas impostas decoradas con motivos de billetes, mantiene la misma lógica visual que en el exterior, creando una continuidad serena.

A ras del suelo, una arquería ciega compuesta por nueve arcos pequeños recorre la base del ábside. Cada arco descansa sobre capiteles esculpidos con mimo, que conservan su decoración pese al tiempo.

Esta arquería, con sus formas repetidas y rítmicas, evoca una especie de meditación visual, como si el espacio estuviera diseñado para acoger tanto el rezo como el recogimiento interior.

Una obra románica entre la historia y el paisaje

La iglesia de San Facundo y San Primitivo es más que un edificio religioso. Es un vestigio vivo del arte románico en Cantabria, una arquitectura donde el simbolismo se esconde en cada talla, en cada proporción cuidadosamente pensada.

Su carácter de iglesia rural, enclavada en el corazón del pueblo, le otorga un valor añadido: el de seguir siendo parte del día a día de la comunidad, como lo fue en el siglo XII.

La riqueza iconográfica de sus capiteles y canecillos no es solo decorativa: es un lenguaje visual que intentaba educar, inspirar y emocionar.

Su presencia serena entre montañas y valles recuerda que la belleza también puede ser sobria, y que la piedra, cuando es bien tratada, no solo construye, sino que habla.

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