Mirador de la Braguía
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Mirador de la Braguía: el respiro entre valles pasiegos
El Mirador de la Braguía es uno de esos lugares que se cruzan en la ruta y, sin buscarlo, acaban marcando el camino.
Situado en lo alto del puerto del mismo nombre, este mirador une los valles pasiegos de Vega de Pas y Selaya, ofreciendo una vista abierta, apacible y serena del paisaje cántabro más verde y genuino.
No hay grandes montañas ni acantilados verticales aquí. Lo que hay es un mar de colinas suaves, praderas onduladas, cabañas pasiegas desperdigadas y una sensación de amplitud que invita a detenerse.
Desde el mirador se percibe claramente la estructura tradicional del territorio: los muros de piedra, los caminos que cruzan entre pastos, el color cambiante de los prados según la época del año.
Es un lugar que habla de identidad. De una Cantabria rural que se mantiene intacta, lejos de las multitudes. Y que, cuando se observa desde arriba, transmite calma y cierta nostalgia de lo esencial.
Acceso y visita
El Mirador de la Braguía se encuentra en plena carretera CA-262, que asciende al Puerto de la Braguía entre Selaya y Vega de Pas.
El acceso es directo desde la propia vía, donde hay un pequeño apartadero señalizado y espacio para detener el vehículo con seguridad.
No hay pasarelas, ni paneles, ni barandillas. Solo una curva abierta en la ladera de la montaña y un banco de madera. Pero lo que se contempla desde allí no necesita más.
El entorno es completamente accesible para cualquier visitante.
Recomendaciones para el visitante
- Ideal para detenerse en ruta si se está recorriendo los valles pasiegos por carretera.
- Llevar algo de abrigo, incluso en verano, ya que al estar a más de 900 metros de altitud, el aire es fresco.
- Muy recomendable para fotografía, sobre todo al amanecer o con niebla baja, cuando el paisaje toma un tono mágico.
- No hay servicios ni instalaciones cercanas, por lo que conviene planificar la parada como una pausa breve y contemplativa.
El Mirador de la Braguía no necesita altura extrema ni una plataforma suspendida. Basta con ese trozo de montaña abierto al valle para que uno se sienta parte del paisaje.
Un lugar perfecto para parar, mirar y seguir.