La inteligencia artificial está abriéndose paso poco a poco en el ámbito clínico, también en el tratamiento y diagnóstico del cáncer de mama.
Aunque sus posibilidades son muchas y muy prometedoras, los expertos insisten en que no todo son ventajas y que es necesario mantener una actitud vigilante para evitar riesgos, especialmente en lo que se refiere a la privacidad de los datos y su buen uso.
Así lo expresó Josep Borrás, coordinador científico de la Estrategia en Cáncer del Sistema Nacional de Salud, durante una rueda de prensa celebrada en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) de Santander.
Le acompañaba María Antonia Gimón, presidenta de la Federación Española de Cáncer de Mama (FECMA), en el marco del XIV Encuentro de la Federación, centrado este año en la toma de decisiones compartidas, la innovación y el papel de la IA en la oncología.
Borrás explicó que algunas aplicaciones de la inteligencia artificial ya están siendo probadas en la práctica clínica. Una de las más habituales es su uso como segunda lectura de mamografías en los programas de cribado, una tarea compleja donde la IA puede ayudar a detectar alteraciones que quizás pasarían desapercibidas.
Aun así, remarcó que siempre debe ser un radiólogo quien valore si esas alteraciones son clínicamente relevantes o no.
Otro de los usos que se está explorando es que la IA redacte automáticamente el resumen de las consultas médicas o solicite pruebas indicadas por el profesional, permitiendo así que los médicos puedan centrarse más en hablar con sus pacientes y menos en el ordenador, una queja frecuente entre quienes acuden a consulta.
Pero no todo es tan sencillo. Borrás planteó dudas razonables sobre quién almacenará esa información, dónde quedará registrada y quién podrá acceder a ella. Por eso, considera fundamental valorar con calma y sentido crítico cada avance que se proponga.
Por su parte, María Antonia Gimón reconoció que el uso de la inteligencia artificial genera cierto temor en las asociaciones de pacientes. “Nos preocupa quién introduce los datos y cómo se manejan. Puede que nos ayude, sí, pero hay que ir con cuidado”, subrayó. Aun así, aceptó que esta tecnología “ha venido para quedarse” y que es mejor analizarla con serenidad antes que dejarse llevar por el entusiasmo o el miedo.
Más allá de la tecnología: retos reales del cáncer de mama
Además del debate sobre la IA, en el encuentro también se trataron temas como la importancia de tomar decisiones de forma compartida entre médicos y pacientes, o cómo mejorar el seguimiento de las personas que han superado la enfermedad, tanto en los hospitales como en su día a día.
Borrás destacó que cada año se diagnostican cerca de 40.000 casos de cáncer de mama en España, y que más del 90% de las pacientes logran superar la enfermedad cinco años después del diagnóstico, lo que calificó como un gran éxito terapéutico. Sin embargo, advirtió de que ahora el reto es otro: mejorar la calidad de vida a largo plazo de las pacientes y atender sus necesidades emocionales, sociales y médicas tras el tratamiento.
También se habló de avances en terapias como la inmunoterapia, la reconstrucción mamaria o mejoras en el diagnóstico mediante técnicas de imagen y análisis patológicos más precisos.
Por último, ante preguntas de los medios, Borrás señaló que muchas mujeres no logran reincorporarse al mercado laboral tras superar la enfermedad, aunque no existen cifras oficiales. Explicó que la edad media al ser diagnosticadas es de unos 62 años y que los tratamientos suelen durar entre año y medio y dos años, lo que en muchos casos lleva a optar por una prejubilación.
Gimón añadió que volver al trabajo no siempre es posible, ni física ni laboralmente. En ocasiones, las secuelas del tratamiento lo impiden y, además, muchas empresas no disponen de otros puestos que se adapten a la nueva situación de las trabajadoras.
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